¿Quien ganara? Susanita o Periquito
El 24 de abril de 1998, el entonces secretario general
del PSOE, Joaquín Almunia, y el exministro socialista José Borrell disputaron
en primarias la candidatura a la presidencia del Gobierno en las elecciones que
se celebrarían en el 2000. Almunia, que en junio de 1997 había sucedido a Felipe
González al frente del PSOE, prácticamente por designación del expresidente del
Gobierno que había perdido frente a Aznar las elecciones de 1996, tenía el
pleno apoyo del aparato de Ferraz y de la inmensa mayoría de las federaciones
territoriales, y por supuesto el del propio González, lo que le proporcionó
muchos más avales que los que consiguió Borrell. Y sin embargo, las bases,
molestas por la atonía del partido, incómodas con aquel personaje gris y
anodino que era Almunia, cansadas de su propia falta de protagonismo, se
rebelaron contra el dictado y dieron a Borrell una victoria clara: logró
114.254 votos (el 54,99%), y Almunia cosechó 92.860 (el 44,67%). El total de
las papeletas escrutadas fue de 207.774 (el 54,18% del censo). Hubo 507 en
blanco y 207 nulas.
Qué
había pasado para que la victoria en avales no se correspondiera con una victoria
en votos? Pues muy sencillo: que los avales son personales y nominativos y el
voto es secreto. Entre la militancia de los partidos hay muchas personas que
ocupan cargos públicos institucionales o cargos internos de partido, y en
muchos casos los afiliados son aspirantes a desempeñar alguna tarea de
responsabilidad; ello explica que no quieran enemistarse con quienes tienen el
poder real, con el aparato, aunque estén disconformes con él. Y en este caso,
avalan al candidato ‘oficial’ pero votan a su rival.
La
traslación de aquellas primarias al presente es una obviedad que no requiere
explicación: Susana Díaz inspiró el golpe de mano que descabalgó a Sánchez y auspició
la actual gestora, tiene poder institucional en Andalucía,
controla el aparato de su comunidad y posee el apoyo de la mayoría de los
gobiernos y aparatos territoriales de su formación. Es difícil y poco
pragmático enfrentarse a ella si se tienen aspiraciones políticas… a menos que
se tenga la certeza de que va a perder.
Lo
ajustado del número de avales entre Díaz y Sánchez, teniendo Díaz como queda dicho
toda la fuerza de un aparato manifiestamente hostil a Sánchez (tan hostil que
le defenestró), demuestra que al rechazo que suscita Díaz entre las bases es mayor que lo que se creía.
En
resumidas, cuentas, la victoria de Díaz es pírrica porque muy probablemente se transformará
en derrota cuando los electores den rienda suelta a su libre albedrío.
Algún medio ha manifestado que al haber quedado Díaz en primer lugar, podría
ser de aplicación la "teoría de marketing electoral y político del caballo
ganador", basada en la llamada "teoría de la espiral del
silencio" de la politóloga alemana Noelle-Neumann, que estima que la
mayoría de electores vota por aquellos candidatos que dan la sensación de que
serán los ganadores, para así sentir que pertenecen a un grupo poderoso e
influyente. En este caso, lo ajustado de los resultados obrará muy
probablemente el efecto contrario: los militantes indecisos, conscientes de que
una parte importante del apoyo a Díaz se quedará por el camino, acabarán
decantándose por quien ha dado sorprendentemente pruebas de su gran fortaleza,
de su sintonía con las bases, cuyas inclinaciones ha interpretado mejor que
nadie.
A mi
amigo MANIN, salud y dignidad.
Muy interesante.
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