04 septiembre 2012

Dulce tiempo de palabras



   Había pasado un verano más. Otro verano de juegos y calores, de largos días al sol y al aire compartiendo horas y diversiones  los niños que viven en el pequeño pueblo.
   Durante el día el lugar  era como un inmenso y calido claustro materno un lugar  en el que discurrían sus horas con la certeza de un lugar acogedor y seguro, un espacio en el que nada resultaba amenazante.
   Pero ahora llegaba de nuevo el invierno y la cocina de las casas compartía con la escuela la condición de ámbito fronterizo en el que se establecía la defensa frente al frió que fuera les aterraba, frente a la lluvia que les acompañaba, frente a la nieve que los envolvía y los aislaba.
   Se sentaban junto a la lumbre donde sonaban las palabras de los mayores desgranando recuerdos, historias, ansia de transmitir vidas que eran una manera de cultura y anhelo de otra.
   Durante el día se recogían en la escuela, en la pobre escuela del pueblo, una habitación donde la estufa alimentada por la leña que llevaban los niños, el crujir de los leños al quemarse ponían fondo sonoro al desgranar las historias la maestra les envolvía todavía con un calor todavía mas tibio que le de los troncos al consumirse.
   Las palabras, las dulces palabras, de  la maestra creaban historias que los hacían soñar, que los arrullaban les hacían sentirse seguros y las paginas del libro de la maestra pasaban lenta, parsimoniosamente, mientras los troncos ardían y se sentían arropados por la lumbre, por esas historias que se consumían para darles calor, para darles vida, creando un dulce tiempo de palabras.
   Han pasado otros inviernos y veranos. Se han sucedido los cursos y los años, pero cada vez que esos personajes abren un libro, sus historias siguen desprendiendo ese aliento acogedor de los recuerdos de la infancia evocándose la memoria de sus compañeros y aquellas páginas  que han ardido para darles calor y vida, para convertir las historias en sus propias historias.

                                                                                                                           Ribagorda, septiembre 2012

3 comentarios:

  1. Que bonito, ¿de donde sacas esas historias?,

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  2. Ribagorda, debe ser un pueblo con encanto, con gente encantadora y lugareños sabios, lleno de paz y tranquilidad, si lo localizo en el mapa seguro que iré a verlo.
    Tina

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