22 agosto 2020

RETAZOS DE UNA BIOGRAFÍA /13)

   
   

             Capítulo II

                                                    Mis primeros recuerdos

            El tiempo pasa muy deprisa las primera letras me las enseñó mi madre con tres años, todo el mundo que me conocía me llamaba cariñosamente Luisito. Era un niño muy alegre y simpático muy querido por todos, iba por los corredores arrastrando una guitarra que me habían regalado por reyes, para acompañar a mi papa y con mi media lengua cantaba, “amapola lindísima amapola…”

            A mediados del mes de Septiembre de 1948, a las nueve de la mañana y mi mamá me llevó por primera vez al colegio Luis Vives que estaba en la ronda de Toledo, junto a la  facultad de veterinaria y a la escuela del magisterio. Estas construcciones forman parte del conjunto de los edificios de estilo mudéjar de los muchos que se construyeron durante la República, como Las Escuelas Aguirre en barrio del Retiro, las tres Cajas de Ahorros, la de Eloy Gonzalo, Ronda de Valencia y Bravo Murillo, el Matadero Municipal de Legazpi…y de otros muchos edificios públicos repartidos por Madrid.

        Mis primeros maestros fueron D. José que nos enseñaba lengua e historia y D. Felipe que nos enseñaba las matemáticas y geografía. En este colegio estuve hasta que cumplí los nueve años, después ingrese en los Salesianos de Atocha a primeros de septiembre 1953 por mediación de mi tío abuelo Damián que era cura. Para mi este colegio fue fundamental en el hice mi primera comunión y recibí una educación extraordinaria empecé a sentir afición por la filatelia y la poesía, pertenecía al coro, ayudaba misa,  jugaba al fútbol, y hacia otras actividades... estuve en el colegio hasta que cumplí los catorce años para iniciarme en la Formación Profesional aunque mi tío-abuelo quería que hubiese entrado en el seminario a lo que mi madre se negó.

 En el periodo que estuve en los salesianos parte del  veranos, los pasaba en La Adrada un pueblo de la provincia de Ávila allí me sentía muy importante era el sobrino de Don Damián correteaba por el pueblo a mis anchas los niños con los que jugaba me lo pasaba en grande, y como era el sobrino del Sr.cura  muchas ocasiones hacia  lo que me daba la gana,

 Un día a mi tía Maruja que era el ama de llaves, la pedí un trozo de pan para merendar, no quería bocadillo, pues iba a ir con mis amigos a la dehesa, en ella estaban las mejores higueras del pueblo. Los higos empezaban a madurar así que para allí nos fuimos el grupo, nos subíamos a las ramas de la higuera, todo un peligro pues las ramas de este de árbol son muy tiernas, y se partían con mucha facilidad y nuestra integridad física corría peligro, al rato de estar allí llegó Manuel el dueño de las higueras y nos invitó a alejarnos del lugar a pedradas, en esto que llegó su mujer y al ver lo que sucedía empezó a dar voces diciendo:

- Manuel no les tires piedras que está el sobrino de D. Damián, esto era una credencial muy valiosa entre los chicos del pueblo. Yo me sentía muy importante.

                                                                                             Continuará 22/08/20                                                            

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