Un adios inesperado
En algún momento insinué a Martina el vernos los fines de
semana, pero ella me dijo que esto no será posible, pues en su casa había mucha
rigidez y su padre no lo consentiría, yo tenía que conformarme con esa media
hora de los martes y los jueves, entendía que erramos muy jóvenes, aunque a
veces nos retrasábamos ligeramente de ese grupo de acompañamiento y nuestras
miradas se cruzaban con una sonrisa suave de complicidad, para mí todo esto era
nuevo, cuando esto sucedía un escalofrió recorría todo mi cuerpo.
Unos días antes de las vacaciones de verano, Martina me
comunico que quería hablar conmigo, esa misma tarde cuando salimos de clase, me
dijo que no podríamos seguir viéndonos, fue la única vez que pude estar a solas
con ella, me quede tan sorprendido como el día que me dio la nota, no sabía qué hacer, esperaba que en otro momento me lo explicara, eso
nunca sucedió, a la semana siguiente no la volví a ver por la academia, después
llego el verano, les pregunte a sus
compañeras y amigas más íntimas, recurrí a mi amiga Loli, pensé que ella me
diría algo, pues aunque éramos como el perro y el gato nos queríamos como
hermanos nos habíamos criado juntos pues,
también era muy amiga de Martina, y por ella me entere que a la vuelta de las vacaciones
había cambiado el día de ir a clase, nadie me dio razón de la actitud de
Martina, y yo durante algún tiempo roce la desesperación, era la `primera vez
que sentí algo muy fuerte por una persona que no era nada mío, pues se iba sin
un adiós.
Había entrado muy
fuerte en mis sentimientos, en mi espontánea desesperación en ese momento le
pedí a Dios que me dejara tenerla siempre en mi pensamiento, diciendo todas las
noches al acostarme “hasta mañana”, la nota que me dio la doble y la metí en la
cartera.
Siempre me ha acompañado
el recuerdo de un ayer.
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